En 1996 se expusieron los resultados del estudio durante el período 1975-1990 en 30 ciudades estadounidenses de la relación entre un punto de desempleo y criminalidad, incorporando variables como la inequidad en la distribución del ingreso.
Los resultados no dejaron lugar a dudas: demostraron que un aumento en el nivel de desempleo de un 1% producía un aumento en el número de suicidios de 0.84%, un aumento en el número de homicidios de 6.7%, y 5.63% de asaltos. Pero no sólo eso, también demostraron que al aumentar en un sólo punto el desempleo se producía un aumento en el número de muertes debidas
a accidentes de 0.76%, un aumento en el número de muertes debidas a enfermedades cardiacas de 5.6%, y un aumento en el
número de muertes debidas a embolias de 3.1%. Además se demostró que los deterioros socioeconómicos producen un aumento en el nivel de estrés y que el estrés a su vez produce condiciones médicas y psiquiátricas patológicas.
Es importante tener presente estos datos que los números tirados así, al voleo, encubren. Porque cuando se dice que "aumentó el desempleo" no se toma en cuenta que esta situación se traduce en enfermedades, violencia y en lo que tanto preocupa a ciertas personas que el desempleo les nefrega: la inseguridad.
Entonces, a la hora de discutir inseguridad, no perdamos de vista al desempleo. Una política de seguridad tiene que ser -para ser efectiva y no un placebo- encarada desde el combate a la exclusión y la preservación del empleo.
Según Giner, la delincuencia es, en general, "una de las formas más descollantes de la desviación social"; más precisamente cuando esta conducta se aparta de las normas o de los intereses grupales. "En tales casos las <